Buenos días a todos mis queridos lectores. ¿Qué tal os ha ido la semana? Espero que tan bien como os hayáis merecido. Por mi parte ya es miércoles y, fiel a mi rutina, dedico este espacio a la creatividad para que mi mente fluya sin saber qué es lo que voy a poner en mi blog. Por ejemplo, hoy, con esta nevada impresionante que está cayendo, voy a hablaros de lo que me pasó el lunes.
Estaba yo tan tranquilo disfrutando de este agradable frío que tenemos en Vitoria. Ese que se te mete por el hueco del abrigo para encogerte el corazón y hacer que tengas ganas de meterte en la nevera para poder calentarte. Sí, ya veo a mis paisanos asintiendo así que seguro que ellos me entienden… Pues como os decía, estaba yo tan tranquilo cuando se me acercaron tres hombres con traje y corbata muy elegantes.
—¿Sabes que vas a morir?
Me saludaron a la par que me tendían un panfleto de manera educada. Lo primero que me vino a la mente es que quizás, y solo quizás, mi teoría sobre que soy inmortal podría estar equivocada. En fin, fue horrible sentirme así. Que a uno le digan que va a morir está muy feo… pero que lo hagan sin que me haya tomado un café o algo más fuerte ante esa noticia me parece de muy mala educación.