Los trajeados

Buenos días a todos mis queridos lectores. ¿Qué tal os ha ido la semana? Espero que tan bien como os hayáis merecido. Por mi parte ya es miércoles y, fiel a mi rutina, dedico este espacio a la creatividad para que mi mente fluya sin saber qué es lo que voy a poner en mi blog. Por ejemplo, hoy, con esta nevada impresionante que está cayendo, voy a hablaros de lo que me pasó el lunes.


Estaba yo tan tranquilo disfrutando de este agradable frío que tenemos en Vitoria. Ese que se te mete por el hueco del abrigo para encogerte el corazón y hacer que tengas ganas de meterte en la nevera para poder calentarte. Sí, ya veo a mis paisanos asintiendo así que seguro que ellos me entienden… Pues como os decía, estaba yo tan tranquilo cuando se me acercaron tres hombres con traje y corbata muy elegantes.


—¿Sabes que vas a morir?


Me saludaron a la par que me tendían un panfleto de manera educada. Lo primero que me vino a la mente es que quizás, y solo quizás, mi teoría sobre que soy inmortal podría estar equivocada. En fin, fue horrible sentirme así. Que a uno le digan que va a morir está muy feo… pero que lo hagan sin que me haya tomado un café o algo más fuerte ante esa noticia me parece de muy mala educación.



Por eso, con mi voz más dulce de ogro malvado, les pregunté:


—¿Es una amenaza?


Ilusos. Tres contra uno. Con lo rápido que soy corriendo, para cuando quisieran alcanzarme ya se habrían ahogado; sobre todo si no se quitaban las corbatas para perseguirme. Pero no, resulta que al final no era una amenaza. Tras esas agradables palabras a modo de saludo lo que querían era hablar sobre temas profundos y espirituales.


Primeras palabras… Vida eterna. Les pedí que me lo explicaran y cuando dijeron que al morir yo iba a…


—Disculpa ¿al morir? ¿Pero no estábamos hablando hace un segundo de la vida eterna? Aún no hemos comenzado y ya me querían volver a matar.


—Es que, tarde o temprano, todos morimos —alegó el único que hablaba con la seguridad de saber lo que dice.


—Bien. Pero si vienes ofreciéndome lo de la vida eterna ¿no es como mentir? Es como si pongo un letrero “Regalo mil euros al que pase por aquí” y cuando alguien pasa le digo: solo tienes que darme dos mil euros y te ingreso los mil que te debo al instante.


Confundido me explicó que necesitaba tener el alma limpia… aquello fue el colmo, pero ¡si me ducho todos los días! ¿Cómo puedo tener algo sucio?


Insistió en que no lo entendía. Que lo que tenía era que purgar mis pecados para... Eso era, maldita sea. Y yo que siempre me consideré buen chico. ¿será que el traje les da poderes para ver en mi interior? Si es así yo gano mucho en calzoncillos… ¿O serán acaso las corbatas? En Men in black eran los bolígrafos… No me lo quisieron decir pero me aseguraban, muy convencidos, de que debía haber hecho algo muy malo sin darme cuenta en alguna ocasión. ¿A lo mejor cuando duermo ronco y molesto al vecino? ¿Es porque repito postre? ¿No reciclo lo bastante? ¿Me hace mala persona pararme en mitad del frío con gente que quiere mandarme al infierno pronosticándome una tortura eterna por mis enormes pecados?


Lo sé… debe ser el flan de los jueves. O yogur o flan, nunca más juntos.


No sé si sería eso o no. Lo que sí sé, y les hice saber, es que nadie puede juzgar los pecados de una persona sin conocerla. A veces tampoco conociéndola. No solo porque es muy feo, que lo es, lo que pasa es que en mi humilde opinión no somos perfectos pero si dentro de nuestros errores somos la mejor versión de nosotros mismos ¿quién puede decir que no estamos a la altura de lo que se espera? ¿Quién puede negarnos nuestro espacio en esta vida o en la siguiente? ¿Acaso el paraíso no comenzaría en la tierra cuando entre todos comenzásemos a querer entendernos y no solo soportarnos?


No me dieron una respuesta, ni siquiera cuando les pregunté si lo meditarían. Por eso me despido aquí, dejando estas preguntas para que reflexionéis vosotros en un miércoles cualquiera.


Recordar sed buenos y mejor si también podéis ser grandes; porque la luz de la estrella más pequeña alumbra en la noche más oscura. Hasta la semana que viene.

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