Cuando comencé este blog le puse un nombre significativo para que no se perdiese en el tiempo. Un nombre que, más tarde, cambié por motivos profesionales. Un nombre con el que comencé a escribir mis pensamientos más locos y mis sentimientos más escondidos cuando era tan solo un niño pequeño con un bolígrafo en la mano y una página en blanco enfrente.
A lo largo de los años han sido muchas las plataformas que utilicé para plasmar una opinión, dar una crítica o expresar una idea, pero una y otra vez revisaba esas viejas hojas que he atesorado deleitándome con el perfume del pasado. Aquel primer beso que no di, la furia de una lucha que gané, el temor a una palabra que podía tumbarme o las miles de poesías que dediqué a la sensación de soledad que aún me acompaña.