Una de preguntas

Hoy ha llovido, ha salido el sol e incluso ha estado nevando por un buen un rato; y es que el clima está loco. Pero eso no es lo peor. Lo más duro ha sido aguantar que por la calle, la gente no dejase de hablar del tiempo. Cada vez que entraba en cualquier sitio repetían hasta el infinito “Qué mal día hace ¿No?”.


Qué pasa ¿que hasta que no he entrado yo no han notado como llueve? ¿Qué el resto de clientes van con gafas de sol y en manga corta? Vamos, que es impresionante la cantidad de joyas que sueltan por ese agujero al que llaman boca.


¿Qué nieva? Pues siempre está el listo que te suelta

La niña

Nadie diría con la vitalidad que cada mañana Jeiron Crasier desperdiciaba, que tenía más de cincuenta años. Sus zapatos lustrosos, su traje con corbata de más de cinco mil dólares y la chaqueta azul sobre una camisa blanca impoluta de seda pura, eran la firma con la que cada mañana iba a pasear por los lugares más recónditos de su querida ciudad.


Ninguno de sus socios llegaba a comprender su extraña afición a la hora de pasear y descubrir escondrijos nuevos. Como se sentía entrando en un restaurante al que ninguno de sus amigos iría por propia voluntad y llevarse la sorpresa de conocer el sabor de la mejor hamburguesa de toda la ciudad. Perderse en los suburbios y que en lugar de atracarle, como salía en un millón de películas, una pandilla de chicos escuchando reguetón a todo volumen le indicasen con educación como salir de allí.


Sabía que el mundo tenía sus cosas buenas y sus cosas malas, no sería la primera vez que habían intentado timarle o engañarle. Pero no sería encerrado entre los límites de los mejores clubs de la ciudad donde descubriría lo que la vida podía llegar a ofrecerle. Así había sido como contrató a sus últimos descubrimientos. Gente especial sin una titulación excesiva pero con unos conocimientos y un talento sin igual. Personas que se había criado en la escuela de la vida y que reconocían la oportunidad que les estaba brindando cuando les permitía trabajar para él.

La vecina del quinto y otros amores descarriados

Hoy a la hora de despertarme, he abierto los ojos con ganas de comerme el mundo pero al final, como no había nadie para acercármelo hasta la cama, me he tenido que levantar como todos los días y hacerme yo mismo el desayuno. Que pereza. Después, me he venido a mi ordenador para responder varios correos, examinar las distintas redes sociales y prepararme para mi querido blog cuando pasó todo.


Qué ¿qué pasó? Ahora os cuento, impacientes. Solo atajaré diciendo que tiene que ver con mi vecina del quinto. Si, esa vecina espectacular —o vecino en el caso de las féminas— que todos tenemos en el quinto, salvo aquellos que vivan en edificios con cuatro alturas, y que nos tiene trastornados. Si, esa vecina con la que coincides casi todos los días para comprar el pan cuando casualmente, llevas esperando hora y media en el portal a que salga de casa. La misma que si supiese lo que piensas, te denunciaría por imaginarla haciéndola cosas prohibidas en la mayoría de los países. ¿A qué sabéis de quién hablo?

Instrucciones de como freir un huevo


Estimado lector:


Espero que estando tan cerca San Valentín aún, sepas apreciar el hecho de contar con esta guía para que tus aspiraciones en la cocina sean satisfechas y tengas el éxito culinario que el éxito de tu primera cita se merece. O por lo menos, en el caso de que seas soltero, no mueras de hambre en el proceso.


Paso uno. La materia prima:


Cuchillo en mano, prueba a ir a la granja del vecino y amenazar de muerte a una de sus gallinas obligándola a escoger entre su futuro hijo o su vida. Las gallinas no suelen ser famosas por su valor, así que no creo que tengas mayor problema a la hora de conseguirlo. Si por casualidad se resiste y te ves obligado a usar el arma, tras el capítulo “cómo freír un huevo” prueba a darte una vuelta por el capítulo cuatro “como hacer caldo de gallina”.


También se puede dar el difícil caso de que ninguno de tus amigos tenga una granja cerca y decidas ir a un supermercado a comprar los huevos, aviso que no nos hacemos responsables del precio desorbitado al que las multinacionales están poniendo sus productos.


Paso dos. La violencia, a veces si es la solución:

 
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