El futuro. Negro. Caótico. Imposible. Un lugar en el que la esperanza es la única bombilla con que podemos alumbrar ese montón de dudas cuyas respuestas no encontraremos en el presente. Es el mañana. El lugar en el que descansará el esfuerzo de hoy o donde caeremos víctimas de un ayer del que no pudimos escapar. El día que nunca llega pero que finalmente, cuando menos lo esperamos, nos encuentra encogidos, viejos y cansados.
Todos presumen de no temer esa fecha. De vivir tranquilos porque saben que… mentira. Todos le temen. Desde la madre que se acaricia la abultada tripa acariciando a un feto no nato y preguntándose si todo saldrá bien, hasta el trabajador despedido que pasea por la calle rumbo a casa con su último cheque en la mano. Incluso ese adolescente, sabiendo que no tiene todas las respuestas, que está preocupado por el examen que tiene al día siguiente o un niño cualquiera el seis de enero, esperando que los reyes magos no viesen aquella travesura.