Mañana...

El futuro. Negro. Caótico. Imposible. Un lugar en el que la esperanza es la única bombilla con que podemos alumbrar ese montón de dudas cuyas respuestas no encontraremos en el presente. Es el mañana. El lugar en el que descansará el esfuerzo de hoy o donde caeremos víctimas de un ayer del que no pudimos escapar. El día que nunca llega pero que finalmente, cuando menos lo esperamos, nos encuentra encogidos, viejos y cansados.


Todos presumen de no temer esa fecha. De vivir tranquilos porque saben que… mentira. Todos le temen. Desde la madre que se acaricia la abultada tripa acariciando a un feto no nato y preguntándose si todo saldrá bien, hasta el trabajador despedido que pasea por la calle rumbo a casa con su último cheque en la mano. Incluso ese adolescente, sabiendo que no tiene todas las respuestas, que está preocupado por el examen que tiene al día siguiente o un niño cualquiera el seis de enero, esperando que los reyes magos no viesen aquella travesura.

Para nuestro amigo...

Españoles, el rey se va. Se jubila. Abdica. Esa es la gran noticia de la semana. No sois capaces de entenderlo, lo sé, por eso tengo que avisaros de que estamos en un lio... ¿Qué será de nosotros ahora? ¿Quién estará lleno de orgullo y satisfacción estas navidades? ¿El abuelo? No. El abuelo no tenía ese no sé qué que al mirarle en la tele nos hacía decir "Ahí está el de todos los años". Porque al igual que el turrón, Juanca, como le llamamos los amigos, siempre vuelve a casa por navidad. Nos mira desde la caja tonta y siempre le tenemos orgulloso y satisfecho aunque este año hayamos vuelto a votar a Rajoy.


Así que aunque en África los elefantes hayan entrado en éxtasis haciendo la ola ante la noticia y Felipe esté dando saltos de alegría junto a Leticia, yo estoy triste. Estoy muy triste, aunque no tanto como los hospitales de Madrid que ya no tendrán publicidad gratuita cada vez que su majestad vaya a visitarles. Porque hasta en eso pensaba Juanca. Los hospitales, llenos de profesionales, no habrían podido sobrevivir sin su presencia. Todos los pacientes del mundo no generan ingresos como lo hace su cadera o sus rodillas. Es por culpa de esos detalles que van a tener que privatizar todo, porque no vamos con la prensa a cada intervención que nos hagamos. ¿Intimidad para qué?

 
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