La guerra más antigua no es aquella en la que hubo ochocientos millones de muertos allí donde Napoleón perdió el sombrero. El motivo de la misma tampoco es algo tan banal como el dinero o conseguir más tierras para una misma nación. La verdadera naturaleza humana, la agresividad que llevamos marcada en nuestro ADN, está patente cuando juntas a las dos fieras más peligrosas de la creación, un hombre con una mujer.
Qué diablos…
Si el experimento era tan arriesgado que incluso Dios decidió expulsar a los únicos dos que conocía del paraíso para no arriesgarse a salir herido en un fuego cruzado. Desde entonces llevan peleando. Que si tú te comiste la manzana, que si tú también, que si te la ofrecí por si tenías hambre, que si lo hiciste por joder…