El 21 de enero fue el aniversario de la muerte de Adolfo Marsillach y, aunque se me pasó un poco debido a diversos factores, tenía algo preparado en su honor. Un pequeño microrelato que no hará justicia a este actor, autor dramático, director de teatro y escritor español, pero que es mi manera de honrarle. Espero que os guste.
El tiempo en aquel tren parecía perderse por completo. Era como, si al pasar a toda velocidad por las distintas ciudades, capturase pequeños instantes en la vida de las personas para conservarlos de manera superficial en su estructura fría e inhumana. Aquel armatoste, dotado con la fuerza de cien hombres, podía absorber la esencia de un beso fugitivo dado a escondidas en el último andén que visitó o nutrirse con las lágrimas de una familia que se rompía al perder a su miembro más querido. Por eso estaba mirando con tristeza como la gente se despedían ilusionados con promesas que no iban a cumplir y sonrisas dolorosas ante un adiós que llegaba demasiado pronto.