Las ciudades, mis mujeres

Con lo poco que me gusta viajar, es inconcebible la cantidad de sitios en los que he estado. Hoy, mientras desayunaba y pensaba que me apetecía escribir, sonreí con nostalgia recordando algunos de ellos.


Los lugares que he conocido y por los que me he movido siempre tienen algo en común, me parecen mujeres. Hablemos por ejemplo de Melilla. Al contrario de lo que se especula en las novelas de amor ¿qué hombre no está tentado de hundirse en el amor de una mujer fácil? Una chica que, como las calles de Melilla, tiene miles de promesas y deseos por complacer. Una ciudad en la que el pecado no es tal y que si la amas lo bastante, puede seducirte complaciendo tus vicios más oscuros.



París, la ciudad del amor, la amante a la que le da igual con quién estés. Sus calles ahondan en una belleza con la que no puede rivalizar ninguna otra. Su gente, sus museos, sus monumentos, son odas a la cultura que alimentan tu cerebro de manera desmedida mientras intentan atar en el cielo a sus amantes con la torre Eiffel. El cariño con que pronuncian, casi continuamente, su “ola la” te arranca mil sonrisas divertidas mientras evalúas el trabajo de los pintores que pueblan la plaza de Tertre. Todo en ella son caricias a tu mente.


New York, la ciudad que nunca duerme. La fría gigante indiferente. Esa chica con aire ausente capaz de aplastarte si te interpones en su camino. La belleza de sus facciones son idealizadas en calles anchas y pobladas por gente con demasiada prisa para disfrutar del tiempo que no tienen. Sus rascacielos amenazan con romper cachos del cielo pinchando allí donde la capa de azul es menos densa mientras que, si subes a mirar, te das cuenta de lo pequeños que somos desde esa altura. Allí, en los límites de la tierra, te das cuenta de que todos tus sueños son posibles en la misma medida que son imposibles. Sedúcela y tendrás el corazón de una diosa.


Puerto Rico, la niña traviesa. Esa chica de apenas veinte años que juega seductora mostrando con descaro sus playas kilométricas de agua azul cristalina. Una chica fascinante tan cálida, que incluso su peor invierno es clemente. Le gusta jugar a esconderse entre sus bosques y el Yunque, para que si tienes el valor de internarte a buscarla, te premie con miles de besos en forma de sonrisas de boca de su gente. Personas del ayer y del hoy suspendidas del tiempo y el espacio. Unos puertorriqueños tan alegres como cascarrabias, gente que sabe de todo y no sabe de nada. Descendientes directos de unos españoles que embarcaron a una isla, dejando atrás miles de problemas para dedicarse al arte de la felicidad sin miedo.


Vitoria. Mi ciudad. La chica perfecta. El amor que desprendo al pensar en ella me brota de todos y cada uno de mis poros. Una ciudad incluso demasiado buena para ser real. Sus calles, anchas hasta el extremo, están pobladas con jardines y árboles por doquier con los que se decora al igual que una modelo seduce con su maquillaje. El lento fluir del tráfico y de la gente solo se acentúa con el paso del tiempo que parece haberse detenido. Cada día es igual que el anterior, sin la esperanza de que nada cambie, la rutina que atrapa. Belleza, fría y dura por doquier hasta que te duelen los ojos… pero tan solo eso. Una mujer a la que adoras al pasar y por la que matarías por estar pero, si lo logras, corres el riesgo de que te rompa el corazón.



Y ahora, me pregunto qué nueva chica me espera por conquistar…

3 comentarios:

  1. Qué otras ciudades te gustaría conquistar?

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    1. Siempre quise perderme en el interior de una pirámide en Egipto y ver lugares como México, Colombia y Venezuela donde tengo grandes amigas a las que me gustaría conocer :-)

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