Hoy, a la sombra de una bombilla, sentado frente al ordenador mientras miro por la ventana, dejo que la melancolía vuelva a seducirme. Esa extraña maldita que tiene en sus labios el único licor que me emborracha y me hace desear hundirme en ella para satisfacerla como su amante más íntimo. Esa tristeza por un ayer perdido que me embriaga, haciendo añorar un ayer no tan bueno y privándome de un futuro lleno de sorpresas.
Que será de mí, pobre mortal, que cae en la trampa del antaño para no levantarme y mirar al presente a la cara. Un momento en la actualidad que me tacha de loco por aferrarme a esos momentos en los que sentía que la vida era solo mía.
Recuerdo unos besos robados con caricias regaladas. Recuerdo risas cómplices, mientras lágrimas de felicidad caían por mi mejilla. Recuerdo un futuro lleno de esperanzas fundiéndose con un presente que a medida que se volvía más real nos quitaba los sueños. Recuerdo perderme en el perfume de su pelo y en el calor de su ropa. Recuerdo la sensación de su peso y el sabor de su aliento. Lo recuerdo con tanta fuerza, como la fuerza con la que he intentado olvidarlo.
El rumor de los pájaros, la brisa juguetona, el murmullo del agua sobre mí. Pequeñas tentaciones que embotan mis sentidos de ayeres y promesas. De momentos finales que nunca debieron llegar y presentes que nunca debieron proporcionarnos. Pero que se le va a hacer. Como aquel loco que decide flagelarse por un pecado que solo está en sus ojos, camino por la vida extrañando una fantasía. Momentos reales que no sucedieron y sombras de un ayer que nunca fueron tan brillantes.
Quién me dice a mí que los sollozos con los que me cobijo en mi habitación no son el canto a la alegría por un momento que no llegó. O por qué debería preocuparme reconocer un brazo amigo si cuando alguien me toca, solo noto pinchos en mi alma. ¿Puedo conducir mis pies por la carretera de la vida si ando borracho de sentimientos? ¿Cómo hacer para no abrazarme en la soledad en un mundo lleno de extraños? Preguntas cuya respuesta, solo haría que perdiesen la fuerza de su presencia.
Es terrible. El dolor de un segundo extendido hasta el infinito. Yo, que siempre tengo de amigo un papel y de compañero una pluma. El mismo que toca música usando tan solo palabras. Ese loco que cree que una sonrisa puede arreglar un mundo podrido de envidia. El mismo que cada mañana cuando sale el sol, al mirar por la ventana en días como hoy, solo quiere pensar en ti y olvidarse.
De todos tus textos este es el q más me ha gustado, me haces extrañar también.
ResponderEliminarUn abrazo desde Colombia. :)
A veces nada mejor que la nostalgia para emborracharnos con los recuerdos. Un beso fuerte Yop.
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